Bueno, como ya está escrito el primer
post del año, ahora puedo meterme en el fango todo lo que me dé la
real gana.
Había pensado, y tengo por ahí a
medio escribir dentro de mi cabeza un post que habla de sábanas, del
sonido que hacen las palabras y de Terry Prattchet, pero estoy
cabreada con los que quieren “ofrecer” a las mujeres que quieran
abortar la posibilidad de escuchar el latido y no sé qué hostias y
se me ha cruzado el cable. Ese cable que anda suelto en mi cabeza y
que al menor soplo de aire se mueve, toca con algo, hace
cortocircuito y empiezan a saltar chispas. Pues ese.
El caso es que el año pasado en mayo
yo me encontraba fatal. Como el 2022 ha sido un año un poco mierder
y mi endometriosis, mis hormonas y mi cable suelto han estado peor
que nunca, no le di mucha importancia. Pero por dios, qué mal
cuerpo todo el puto día. Una noche incluso me desperté de madrugada
con unas nauseas locas y ganas de vomitar lo que comí hace tres
años. Yo, que no vomito nunca. Por las mañanas no me entraba ni el
té. Qué asco todo, por dios. También me mareé una tarde en el
centro y lo único que me parecía consolar era caminar con el aire
de cara, así que me fui desde la glorieta de Bilbao hasta más abajo
de Plaza de España andando. Y quería seguir hasta mi casa, pero el
Dorniense no quiso y me metió a la fuerza en un uber, donde tuve que
ir con la cabeza fuera de la ventanilla como los perretes para
aliviar las nauseas.
Un día eché cuentas y no me salieron.
Tenía que haberme bajado la regla el
día anterior y no es que no lo hubiera hecho, es que no tenía ni
síntomas. Y me dije lo que cualquiera se diría en ese momento: ay,
la hostia.
Esperé cuatro días más y la regla
que no aparecía. Ni tenía pinta de que se la esperara. El
Dorniense, que suele bromear con esas cosas, me miraba torvamente, y
cuando alguien con los ojos tan oscuros y las pestañas tan largas y
tan negras te mira así, te cagas por la pata abajo porque sabes que
la cosa va en serio.
Así que al final, una mañana se me
cruzó el cable ese suelto y bajé a la farmacia, compré un test de
embarazo, subí, lo hice y pum, positivo. A la primera, en grande, en
luminoso. Dos rayas rosas como las dos putas torres gemelas.
Para otra gente esto será una alegría,
una buena noticia o el sueño de su vida. Para mí era una patada en
el pecho. Yo no quiero tener hijos, no he querido nunca y jamás
querré. El dorniense tampoco. Y ponemos medios para evitarlos, sólo
que se ve que algo falló, o no pusimos toooodos los medios que
debíamos poner o yo qué sé. Para colmo, un mes antes me dijeron en
la consulta del ginecólogo que si pensaba tener hijos tenía que
operarme sí o sí, porque con la bola de endometriosis que tengo en
el intestino, si algo lo desplazara levemente o lo apretara, me
causaría una obstrucción y un riesgo altísimo de irme al otro
barrio. Así que se juntaba el no querer tener hijos con el no querer
morirme y a la vez con no querer pasar por un trance tan espantoso.
Y me vi de repente sola en mi casa, con
un palito de plástico rosa en la mano, teniendo que irme a trabajar
en media hora, con mi vida yéndose a tomar por culo y con la
sensación de que no había opción buena. Creedme si os digo que
está entre los peores momentos de mi vida.
Le mandé un mensaje al Dorniense, me
maquillé un poco y me fui a trabajar. Pedí cita para mi médico de
cabecera y busqué cosas en internet. Curiosamente, de pronto
instagram se llenó de sugerencias de bebés, de señoras muy
contentas de estar preñadas por primera o por vigesimoséptima vez,
de imágenes de ecografías y de mierdas que me sonaban extrañamente
a campaña provida encubierta y que hicieron que no abriera la puta
aplicación en una semana.
Mi médico de cabecera no sabía nada
del procedimiento a seguir y me derivó a la trabajadora social a
pesar de que le insistí en que no era eso lo que debía hacer. Lo
mejor que me dijo es que era muy pronto y que no tuviera tanta prisa.
No pareció entender que cada segundo en esa situación era una
tortura psicológica. Me tuve que informar por mi cuenta, llamar a
clínicas privadas concertadas con la comunidad de Madrid y pedir
cita. A todo esto, sin poder hablar con nadie porque mi familia es
religiosa y/o antiaborto. El Dorniense me apoyó como siempre, me
dijo que hiciera lo que hiciera estaría a mi lado, trató de
ayudarme... pero no entendía la mitad de lo que me pasaba ni de lo
que le explicaba y yo me sentía sola igualmente.
Fueron unos días horribles. De verdad,
horribles. Tenía clara mi decisión, nunca hubo opciones. Pero aun
así me levantaba y me acostaba pensando en el tema. Me encontraba de
puta pena y sabía por qué. Me sentía horriblemente triste y
angustiada y sola y jodida.
Por suerte, el mismo día que tenía
cita para la primera consulta en la clínica, me bajó la regla. Lo
que fuera que había intentado habitar ahí, se había ido por su
cuenta evitándome el tener que desalojarle. Tuve una hemorragia
espantosa con unos dolores inhumanos que duró muchos días. Y aún
así, me sentía aliviada porque se hubiera solucionado solo sin
tener que pasar por algo aún más traumático. También me sentía
una persona horrible por sentirme así, pero yo qué sé, como que
eso era en un segundo plano.
No hablé con nadie del tema hasta hoy.
Nadie más lo sabía a parte del Dorniense y un compañero de trabajo
que me pilló un día llorando en la puerta mientras me fumaba un
cigarro y se lo conté. Y no pienso volver a hablar de ello por
ahora. Pero pienso en que un señoro de vox me hubiera obligado a
esperar más tiempo aún para obligarme a escuchar latidos o para
enseñarme imágenes y lo primero que se me ocurre es hacerme con un
hacha y terminar en la cárcel por descuartizar gente.
Así que por favor, una vez más, no
votéis a partidos que nos quieren quitar derechos. Sé que el aborto
es un tema especialmente delicado, que enciende mucho y que levanta
ampollas. Nadie es indiferente a esto, pero joder, pensad un momento.
Nadie aborta por gusto. Para nadie es fácil. Cada una sabemos
nuestra circunstancia y nuestras razones. Y no tenemos que dar
explicaciones a nadie. No tienen derecho a hacernos sentir peor. No
pueden torturarnos ni coaccionarnos en nombre de sus ideas. Sus ideas
no están por encima de nuestras vidas. Y no voy a entrar en dar un
alegato a favor del aborto, sólo he querido contar mi experiencia,
que seguramente fue mínima comparada con la de muchas mujeres que lo
han pasado cien veces peor.
Y que necesitamos el feminismo más que
nunca. Ni un paso atrás.