martes, 5 de septiembre de 2017

La quedada

Llevaba años buscando un trabajo medio decente. Por suerte lo encontré. Por desgracia justo al empezar el verano, por lo que me he quedado sin vacaciones. Y lo que más me jodía, lo único que me jodía, era no poder hacer quedada con mis amigos blogger también conocidos como “las cabras”. Y por más que me repetía que este año nos habíamos visto más veces, como que no era lo mismo. Porque un verano sin ellos ni es verano ni es nada.
Y ahí estaba yo, pensando que era todo un fastidio cuando se me ocurrió que podían venir a Madrid. Total, vuelvo a vivir sola y lo importante es estar juntos. Y se lo dije. Pero lo dije pensando que me iban a mandar al carajo. Porque estoy acostumbrada a que la gente no haga cosas por mí. Y no es victimismo, es que yo soy siempre la que hago cosas, la que me muevo, la que me esfuerzo, la que escucho, la que pongo el hombro, la que está bien, la que hace lo que haga falta por los demás y se deja a sí misma de lado. Y lo hago porque quiero, porque me sale, porque soy así. Pero a veces me quedo esperando algo y no llega. Porque la gente se ha acostumbrado a recibir y no le apetece dar. En fin, lo que sea.
El caso es que lo propuse, oye que si queréis, que podemos hacer la quedada en Madrid, yo pongo la casa. Y dijeron que sí. Porque hay gente, gente estupenda, que entiende que lo importante es estar juntos, pasar el tiempo haciendo nada, reírse de chorradas y tumbarnos en el suelo en pijama. Y no necesita que el sitio sea maravilloso, que haya restaurantes caros o actividades trepidantes. Así que vinieron, con sus pijamas viejos y sus ganas de que estuviéramos juntos.
Pasamos algunos días en Madrid, visitaron cosas, montaron en metro, me vinieron a buscar al trabajo, fuimos a comer fuera. Y en el fin de semana les llevé a la sierra, para que no se asfixiaran con tanto asfalto. Y nos bañamos en el río mientras los peces saltaban, comimos platos combinados, paseamos por el pueblo y subimos al campanario. Las gemelas madrugaron, se echaron sus barritas energéticas a la mochila y se fueron por ahí de excursión. Caminaron por el monte, llegaron hasta la ermita, se metieron por un camino de vacas(literalmente) y volvieron llenas de arañazos de zarzas. Yo dormí un poco más, pero disfruté mucho. El campo, el río, la muralla, el castillo y el campo. Los bocadillos enormes, los huevos fritos, las hamburguesas, las barritas energéticas para los paseos, las tiendas en las que vendían gamusinos. Los pijamas viejos y las charlas tirados en el suelo. Mi gente, la que renuncia a vacaciones en mejores sitios porque estar juntos importa más.

Lo único regular, es que Mar no pudo venir porque estuvo pachucha. Y la echamos de menos. Pero quizás en septiembre vuelva a juntar tres días libres y nos veamos. O cuando sea. Porque he descubierto que la gente que importa no pone excusas, pone medios para salvar las distancias.  Y por eso son los mejores. 

3 comentarios:

  1. Si Mahoma no va a la montaña.... Pues mira muy bien!! Lo importante es que hayáis disfrutado aunque sea de otra manera.

    Un besito

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Pues me alegro de que hayas disfrutado de tu quedada!! Tienes razón, la gente que vale la pena siempre busca un hueco. Un besote!!!

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Estás aquí, has leído... así que comenta hombre ya!!